Relats de desembre: “El roble de los abrazos” i “Hermanas nocturnas”

El roble de los abrazos

Hubo una vez, una única jornada en mi vegetal y humilde existencia, hace ya una legión de años, en que fui famoso. Me había quedado completamente desnudo. Fotógrafos profesionales y turistas eventuales me apuntaban con los objetivos de sus cámaras desde la glorieta. Los patos del estanque me observaban atónitos, patitiesos. Varios reporteros intentaban recabar información entre los asiduos al parque. Mis colegas de antaño, el resto de árboles, se debatían entre la incredulidad y el rechazo. Un engreído botánico sabelotodo constató estupefacto que no lo sabía todo y decidió tomar muestras de mi savia, empeñado en desentrañar lo inexplicable. Ninguno de ellos podía intuir, ni por asomo, lo que había acontecido. Agosto se asomaba a su ecuador, pero para mí, y solo para mí, fue una jornada de pleno otoño, porque hice que cayeran mis hojas. Estuve más de dos meses siendo el único roble sin hojas del parque. Valió la pena. No por las fotos en los periódicos, ni por aquel reportaje sensacionalista de televisión que se tomó la libertad de presentarme como al único ejemplar de una nueva especie, a la que llamaron con sorna Quercus unicornius. Todo eso no me importaba. Valió la pena por ella, por mi niña.

Josep Fábregas Ezquerra

Hermanas nocturnas

Me observas, te preguntas qué hago aquí, qué negocio humano se teje entre las sábanas a horas tan entradas de la noche. Ves mi cuerpo desnudo, bien formado, de senos firmes y vientre liso. ¿Es envidia lo que sientes? ¿No tienes cuerpo de mujer, pero ansías ser amada, como dice una canción? ¿No ves que sufro, que en realidad no hay amor, sino quesoy usada y desechada cada noche?
¿Crees que alguien puede desear el cuerpo de una mujer que es mancillado y pisoteado a diario como el pavimento de una calle? Si no soy más que un felpudo. Vienen aquí a relevar un impulso animal para volver a la rutina de la decencia simulada. Maridos, padres o solteros… Pobres o ricos, feos o guapos, ateos o santos… Solo buscan una cosa: satisfacer un ímpetu que no pueden ni quieren subyugar, porque les da el control que carecen en sus vidas.

Paula Emmerich


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