La aceitera de acero inoxidable centellea al sol toledano que se va colando,
furtivo, entre los visillos de la cocina. El salero y el pimentero, souvenir de unas remotas vacaciones en el Puerto de Santa María, ponen una nota de color sobre el estante compartiendo espacio con el tarro de la harina, el rollo de papel de aluminio, el libro de las 1.080 recetas de Simone Ortega y un catálogo de vinos de 1994. Completan el cuadro las numerosas libretas de bolsillo que has ido rellenando – con dedicación, con una caligrafía infantil y algo trémula – con recetas culinarias escritas al dictado de las hermanas, o de las cuñadas, recordatorios de consultas médicas, efemérides y algún vale de descuento del supermercado local. Sobre la encimera, unas gafas de ver de cerca, las pastillas para la tensión y el monedero ajado con cierre de hebilla donde deslizo mis clandestinos dedos, de tanto en tanto, para atrapar una moneda de 100 pesetas.
Nuria García
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