Reminiscencias
Sabía que estaba soñando, pero no le importó. En el sueño tenía varios años menos y un deseo irrefrenable de visitar una vieja casa de tejas verdes en la que nunca había estado, aunque pasaba a menudo por el camino que rodeaba la colina. Era un caserón sin habitantes que, por alguna incomprensible razón, se conservaba en perfectas condiciones. Se había preguntado en la vigilia, y se volvía a preguntar en sueños, por qué la casa no sufría el deterioro que acarrea el paso del tiempo. Pero no había sentido la necesidad de darse una respuesta.
Sergio Gaut vel Hartman
Teresa, y ese primer abrazo de cada amanecida
Que siempre estuve enamorado de ti no es ningún secreto. ¿Te acuerdas cuando hacíamos el amor en las sombras del tejar, o en esos mediodías sobre el sol de la parva, los machos en su rutina de dar vueltas y vueltas con el trillo enganchado, y tú me revolvías con tu mano derecha los perros de la sangre y que aquella tarde de tormenta, Santa Isabel de Hungría, nos pilló sin quererlo el pastor del Anselmo, que yo sé que me amaba y se quemaba vivo de no poder tenerme, y en lugar de mirar salió como si hubiera visto al mismo diablo?
Patrocinio Gil Sánchez
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