Yo fui el único responsable y autor de la muerte de ese individuo -llamarle señor sería demasiado-, pero quiero que consten en esta declaración mis motivos: ¡El tipejo nos reclamaba 31.987 euros! Decía que no pagábamos derechos de autor desde 1999 y que si no abonábamos todo lo adeudado nos enfrentábamos a una demanda y pediría a un juez que ordenara cancelar la representación. Aquel mal nacido alegaba que el texto que utilizábamos no era del autor –muerto en 1635-, sino, que era una adaptación teatral más
moderna realizada por otro tipo que estaba vivo y coleando y cuyos derechos
vulnerábamos. No tuve otra opción que matarlo.
Héctor Daniel Olivera
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