Miró a todos reunidos a su alrededor; estudió sus rostros, recordó uno a uno los malos momentos vividos junto a ellos, sus preguntas, sus burlas, sus insinuaciones. Todo era excusa para reírse de él: que no le gustara el fútbol, que jugara ajedrez, que su hobbie fuera la filatelia, que tuviera un gato Siamés, que saliera a caminar por las noches… Siempre sintió que al comentar algo de su vida, les daba motivo para burlarse. Esta situación lo llevó a cansarse, tanto de sus compañeros, como del trabajo y hasta de su vida, esa solitaria y aburrida vida que tenía. Pero también despertó en él un gran sentimiento de poder hacer algo que le devolviera esas ganas de vivir que día a día le habían robado.
Juan Luis Henares
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