En el mundo, no se habla de otra cosa que de crisis económica. En España, un Gobierno que parece incapaz de hacerle frente, aprueba unas medidas que disgustan a la mayoría. En Barcelona, un temporal de lluvia y viento acaba de terminar y la gente se prepara para celebrar la noche vieja. En mi casa yo, estoy sentada en ropa interior frente al espejo de mi habitación, esperando a que él me llame.
Detrás de mí, encima de la cama, una montaña de ropa refleja mi
indecisión. Me he cambiado quince veces, he hecho no sé cuantas
combinaciones distintas y al final, asqueada, me he sentado en el banquito de
mi tocador. Al contemplarme, yergo la espalda escondiendo la barriga mientras contengo la respiración. Me miro fijamente e intento sonreír unos instantes. Niego con la cabeza y suelto el aire de un suspiro volviendo a mi postura habitual. Veo el paquete en la mesilla, me enciendo un cigarrillo y exhalo el humo despacio, deleitándome. Miro el pitillo y lo decido: mañana dejaré de fumar. Ya puestos, también pienso que haré ejercicio, comeré más fruta y me tomaré la vida con más calma. Año nuevo, vida nueva.
Brunilda
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