¡María! ¿Estas lista? María parecía no escuchar a su madre. Tumbada boca arriba sobre la cama miraba a su alrededor deseando encontrar algo nuevo. En su mesilla de noche descansaban, sin haber sido leídos jamás, los mismos libros desde hacía años. Y si abría sus pequeños cajones, un montón de cromos y recortables, con los que nunca supo jugar del todo, aparecían metidos entre las páginas de un antiguo misal de la abuela. A la derecha, un baúl de mimbre guardaba sus juguetes y encima de él y colgando de la pared, una repisa daba asiento a sus muñecas preferidas. Todas estaban torpemente vestidas. María les cambiaba la ropa y los lazos todas las semanas cuando
llegaba, casi de noche, del Centro de Minusválidos. Cambiaba su disposición según los colores de su atuendo. Tambien a su edredón lo colocaba del revés: una semana de flores y otra semana de rayas. Unas veces ponía la mesita de estudio debajo de la ventana y otras entre el armario y la puerta. Sin embargo, todo parecía igual. No se notaban los esfuerzos que hacía por darle un aire distinto a su cuarto.
Emy Luna
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