Marisa observa la costura de las medias comprimiendo la carne de sus enormes muslos y, por primera vez en la vida, su propia imagen no le resulta grotesca: se siente tremendamente sexy, y está cada vez más convencida de que la cita con ese desconocido va a ser todo un éxito. La aterciopelada voy de Peggy Lee llega a sus oídos desde las entrañas de los altavoces de su equipo de música, y advierte en ella una confirmación de su favorable augurio: Oh, this is the night… It’s a beautiful night, and we call it bella notte
Tarareando y dando a luz a una nueva versión del clásico, Marisa completa su vestuario con un vaporoso vestido rojo que resalta sobre su piel blanca,
desde hace largos años protegida de las inclemencias del sol. Y es que Marisa, aunque de pequeña disfrutaba nadando en el mar y haciendo castillos de arena bajo el sol, cuenta muchos años desde la última vez que puso un pie en la playa; encontrar un bikini de su talla no es tarea fácil… Y, cuando al fin lo consigue, luego no se atreve a mostrarse públicamente en él; nuestro mundo es un mundo cruel.
Andrea Coca Gómez
Deixa un comentari