Mario y Cristina se dan cita en un céntrico hotel de la capital. La consigna principal consiste en encontrarse directamente en la habitación, a oscuras y sin mediar palabra. Solo sus cuerpos se comunicarán mediante el único lenguaje que les es propio: el de la piel. Sin que nada más tenga cabida salvo la consumación de su propio deseo. Ni una vocal, ni un monosílabo. Todo oscuridad, solamente ellos.
Mario lleva un rato en la habitación, fue con tiempo suficiente para prepararlo todo. Ha sustraído las bombillas de las lámparas, sellado las persianas y desconectado el móvil
para que ni la tenue luz de la pantalla pueda filtrar un gramo de claridad en la
habitación.
Rosa María Guijarro Paredes
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