Mi esposo debía morir. El divorcio no era una opción, yo deseaba quedarme con todo el patrimonio conyugal y, ¡por supuesto!, también con la indemnización del seguro de vida. La cuestión que se me planteaba era cómo cometer el crimen perfecto. He visto muchos capítulos de la serie C.S.I., y sé que son infinitas las maneras en que un asesino competente puede cagarla y terminar entre rejas.
Consideré diversos medios: Lo primero que pensé fue en pegarle un tiro, pero ¿dónde compraba la pistola? Además, era un método ruidoso y sucio y requería cierta habilidad en el manejo del arma. Un cuchillo exigía contacto: era algo muy personal y lo pringabas todo de sangre. Contratando a un sicario te arriesgabas a que te delatara o te chantajeara. ¿Y quién conocía a uno? ¿Lo buscabas en Linkedin? Recurrir a un amante era una idea peor aún.
Hector Daniel Olivera
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