Estudiamos juntos en el instituto – Yo era la empollona y él el divertido y
campanero. Casi no mediamos palabras en esos cursos que nos mantuvieron
en la misma clase, tan solo lo indispensable- A veces me pedía un trabajo o un deber con su sonrisa fácil y sus ojos claros. Cómo negárselo.
Yo era la chica solitaria, flacucha y con complejo de fea, con mi cola de caballo baja y mi flequillo como cortina ante los ojos.
Nuestros caminos no se podían cruzar.
Ni me importaba demasiado, la verdad.
Llevaba además una sección de poemas en la pequeña revista del instituto en
la que siempre acababa con unos versos de Neruda, sobre todo algunos de la
antología Veinte poemas de amor y la canción desesperada.
Rafi Bonet
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