Tal vez porque la canción que acababa de escuchar en la radio, “Nights in White Satin” de los Moody Blues, fue la última melodía que bailamos abrazados, o porque aquel crepúsculo de color naranja y rojo había sido tan espectacular como el que compartimos antes de separarnos, de repente me vino a la memoria la imagen de sus labios entreabiertos estampados en carmín en la última hoja del libro que me regaló, sellando su nombre, Eva Jiménez y la frase “Con todo mi amor”. No recuerdo muy bien el motivo del obsequio, quizás era mi cumpleaños o mi santo, no lo sé. Hace tanto tiempo de eso… Pero su personal forma de dedicármelo me emocionó de nuevo, quince años después de haberla perdido. Por eso sentí la necesidad urgente de volver a ver aquellos labios de papel y pasé más de dos horas revolviendo todos los libros de mis estanterías, hasta que un sentimiento, mezcla de desesperación y terror, se apoderó de mi ánimo: el libro había desaparecido como por encanto y con él, se esfumaba el último recuerdo real que
de ella conservaba, la última noche, el último brindis enlazando nuestros brazos y bebiendo el tiempo en sus ojos, mientras saboreábamos juntos aquel excelente Moêt & Chandon.
Francisco Artacho
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