—¿Eres mi papá?
—No, bonita, no soy tu papá —le contesta él sin más explicaciones.Sus ojos marrones y dulces lomiran con una mezcla de curiosidad y confusión, con la sábana tapándole hasta la naricilla respingona. La mañana ya clarea y la luz se cuela por los visillos de la ventana. Ella se levanta con dificultad, ayudándose de sus fuertes brazos, todavía un poco desorientada.
Él le cambia el pañal, retira las sábanas mojadas y pone la lavadora, igual que
todas las mañanas. La viste y la lleva hasta el sofá, frente a la tele, donde el
perrito se tumba a sus pies. Trasto, el fiel setter inglés asustadizo y cariñoso que nunca se aparta de su lado salvo para ir a recoger una vieja pelota de goma llena de babas. Mientras tanto, él va a la cocina, prepara dos cafés con leche y coge unas magdalenas de encima del microondas.
Laura Blanco Villalba
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