Afuera rugen las olas. Me veo rodeado por paredes de piedra. Sobre una mesa hay conchas, ágatas que una vez besaron la arena, y un barco al interior de una botella traslúcida. Dejo mi copa de vino del país sobre una mesita baja y me acomodo en el sillón. Recito un poema que empieza así:
ALBERTO ROJAS JIMÉNEZ
Entre plumas que asustan, entre noches,
entre magnolias, entre telegramas,
entre el viento del Sur y el Oeste marino,
vienes volando.
Mientras recito modulo la entonación (que tiende a lo apasionado y asertivo) y muevo lentamente mi cabeza. Por momento bajo los ojos, o los entorno, o se quedan mirando hacia arriba tras un ligero giro de mi cabeza. Apenas he concluido el poema cuando exclamo:
– ¡Madre!
Marcelo Sánchez
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