Hoy hace un año que no sale de casa, esa casa reconvertida en un refugio, y donde sigue sintiéndose segura. La última vez que piso la calle, era de noche, y apareció de la nada una sombra que se aproximaba cada vez más rápido hacia donde se encontraba. De nada le sirvió acelerar el paso todo lo que pudo, pronto pudo sentir como algo o alguien le impedía seguir su camino.
Una sombra, que apenas se distinguía, dibujaba una mano que sujetaba un objeto que le recordaba la forma de una navaja, y supo que no se equivocaba cuando la fría hoja de aquella arma le acaricio el cuello.
Ruth Amaguaya
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