El cuerpo cargado de tripa de aquel médico avanzaba hacia mí poniendo en riesgo la verticalidad a cada nuevo paso que daba. Su semblante marmóreo, adornado con un cojín de grasa que bailoteaba bajo el mentón, daba muestra inequívoca de que la noticia que iba a recibir no iba a ser del todo gratificante.
Sin ningún tipo de preámbulo inició una serie de frases que parecía tener que medir.
— Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos, pero desgraciadamente no ha sido suficiente. La situación de su padre es irreversible. Le vamos a mantener con vida artificialmente, aunque de usted depende prolongar una agonía innecesaria. Por favor, lea estos documentos y, si está conforme, fírmelos. Es la autorización para desconectarlo. Procederíamos esta misma tarde. Supongo que ahora deseará estar solo.
Miguel A. Calle Sempere
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