La luz entraba por la ventana y creaba una figura amorfa sobre la cama. Ya había comenzado el día pero los ojos inflamados, su escozor y el embotamiento reflejaban claramente la terrible noche que Lucas había pasado. Lucas tenía un miedo terrible a quedarse dormido. Sabía que si se dormía lo iba a pasar muy mal y por eso dormía poco y mal. Lucas era un hombre joven, apenas llegaba a los veinte años, trabajaba, vivía solo y nunca había tenido problemas para dormir. Sin embargo desde hace unos días le invadía un miedo terrible a quedarse dormido. No soñaba, o al menos no podía llamarle un sueño. En cuanto echaba la llave a la puerta de su
apartamento y se preparaba para irse a dormir, comenzaba un circo de sentimientos que oscilaban entre la incomodidad y el más puro terror irracional. Aquello no tenía ningún sentido, por eso Lucas se dirigía a visitar a un psicólogo y aquella mañana se había propuesto presentar su mejor cara, tomarse un litro de café caliente y salir a buscar la consulta del psicólogo que le habían recomendado.
Javier Stark
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